sábado, 18 de julio de 2009

Tarde de vidrios escurridos


Llueve; afuera y dentro.
Me pierdo.
Intento seguir mis destinos, por más pequeños que estos parezcan. La búsqueda se lleva parte mi. Pretendo detenerme sobre el teclado y escribir. Mis dedos se entumecen de ansiedad. Mi boca permanece inmóvil y aun así creo que el mundo entero me escucha. Desarticulada.
Trato, una vez más, de seguir mis impulsos, de volcarme a las letras reclamando paz. Fracaso.
A lo mejor si lloviera menos, o si dejara las emociones para otro día, o si tomara té en vez de vino. Tal vez si usara menos pantalones y más faldas, o si tuviera el cabello corto; tal vez si hubiera comido fruta; tal vez así sería otra mujer. Imposible. Aunque hiciera todo aquello que debiera, aún así se clavarían las dagas filosas en mi pecho. ¿Será qué me gusta demasiado? o ¿sólo una postura miserable de mi presencia?
Pregunto.
No respondo.
Ha dejado de llover, y el timbre me ha salvado. Perderme esta tarde entre las conversaciones ajenas, tal vez así logre sobrevivir.

lunes, 13 de julio de 2009

Deseo

Juega la luz. Entra y sale el sol enredando a las nubes. Se tapa, se descubre; como tus ojos.
Tengo ansias de vos. De tus besos, de tu lengua; tu sexo. Tengo ganas de fundirnos.
Escribo y me contesta tu silencio.
Aun así, no me dueles.
Te llevo como los lunares de mis labios. Sé que me deseas en tus noches infinitas y que pretendes envolverte entre mis sábanas.
Escapas de mi, te escondes de ti; te presiento. En tus amargas horas de misterio, son tus ojos los que te traicionan, y es tu fuego el que me habla.
Te escucho. Suave, como tus manos, llegan tus palabras a mis oídos.
Permaneces; y no me entristece tu ausencia.
Vuelvo a quedarme con mi deseo de vos; tan voluptuoso, como el olor de tu piel junto a la mía.