viernes, 29 de mayo de 2009

Resbalar contigo


“La fantasía es el motor más fuerte de la sexualidad y el impulso que nos lleva a poder salir de nosotros mismos y compartir con el otro. Lo que nos trasporta a otro mundo y nos complace hasta hacernos sentir libres y completos; aunque sea sólo un instante”; escribí. Cerré mi compu y salí para su casa.

Me recibió vestido sólo con boxers; me gustó su apertura. Me besó apenas rozando mis labios y entré. Set completo me esperaba en el centro de la sala: una gran tela roja cubría la alfombra, velas alrededor ( no muy cercanas) formaban casi un círculo. La música y el incienso eran detalles infaltables. Me entregó una copa de champagne; “brindamos por la alegría de vivir”, dijo, mientras se terminaba de desnudar. Hacía calor. Se acercó a mí y me quitó los zapatos. Extendió su mano e hizo que me sentara en el centro del escenario. Toqué la tela: era látex. Quitó mi vestido sin ninguna dificultad. Me sentí halagada en aquella atmósfera. Quité mis bragas. Estuvimos un rato mirándonos a los ojos; descubriéndonos; brindamos en silencio; cómplices. Después, él sacó una botella pequeña de aceite. Al abrirla, el aroma a vainilla nos inundó. Roció una porción generosa sobre su pecho y la esparció. Se acercó hacia mí. Pidió que me recogiera el cabello; lo hice. Llenó sus manos de aceite y comenzó a desparramarlo sobre mi cuerpo, primero mi cuello y mis hombros, los brazos, las manos; luego mis pechos, mi cintura, mi ombligo hasta mi llegar a mi sexo y acariciarme, suave, dedicado; completo. Continuó por mis piernas y pies. Sus dedos se movían ágiles; la delgada línea entre masajes y carias me hacía temblar de placer. “por favor, voltéate”, dijo; lo hice. Humedeció mi espalda y siguió bajando, no hubo un solo rincón de mí que no estuviera cubierto. Él también se puso. Luego, se acostó a mi lado y me abrazó. Comenzó a deslizarse de arriba hacia a abajo, frotando su cuerpo contra el mío; untándome de él; rozándonos. Resbalábamos en el látex con una tersura inigualable. Sus piernas rodeaban las mías, su manos, su cuerpo. Yo me puse muy cachonda; la sensación de estar suspendida en el aire o flotando me parecía exquisita; Buscó mi sexo con su boca, como fruto jugoso que espera ser devorado; extasiada entré en espiral de mil sensaciones; me curvé de placer y él me siguió en mis ondulaciones; bailábamos la misma danza. El ritmo se acoplaba según los movimientos y gemidos de ambos; ¡súper rico!. Mis fantasías volaban; cuando él estuvo dentro de mi, miré sus ojos y me reconocí en ellos; sentí su sexo atravesándome y nuestros cuerpos se entrelazados girando sobre aquella tela, dándonos absoluta libertad. Yo escurría placer mezclado con mi néctar y sudor. ¡Una fiesta de placeres!

No sé cuantos orgasmos tuve, tal vez siete o quizás muchos más; imposible llevar la cuenta. Fue un continuo devenir de placer y emociones, sensaciones que subían y bajaban como olas, hasta llegar al borde del éxtasis y venirnos juntos; compenetrados. ¡Una delicia!. Cuando suspiré por última vez, acompañada de un gemido casi animal, mis lágrimas comenzaron a caer por mi rostro con total naturalidad; al mismo tiempo una sonrisa se instaló en mis labios. Me sentí desbordada y me dejé ir, sin límites ni prejuicios, ni vergüenza, ni nada. Extendí mis brazos sobre el látex aun caliente y resbaladizo, cerré mis ojos, y por un instante, realmente creí que seguía volando.